martes, 23 de octubre de 2018

Agua embotellada y quemada

Quizá hubiera preferido perderte drasticamente, por alguna razón clara y concreta. Con algo a lo que aferrarme, con algo a lo que pudiera echar la culpa de que ya no estés a mi lado, aunque sigas aqui.
Me duele cambiar tantos significados como segundos pasa en un día. En mil días. Tres años. Dos millones de sentimientos colgando de un hilo tan fino que cuando sopla un poco el viento se enreda para siempre sin poderlo evitar. 

Siempre pensé que serías la excepción de mi vida y que te quedarías conmigo a mirar las estrellas cada noche, aunque no se vieran, aunque las tapasen cientos de miles de millones de nubes, aunque lloviese, aunque fuera en la calle estuviera nevando. Siempre pensé que seriamos tan eternas e infinitas como el universo, siempre en expansión. 

No sé qué he hecho. No sé qué debo hacer. No sé por qué haces esto. Y eso duele. Duele no tener la culpa, ni tu ni yo. Duele no saber cómo tengo que actuar cuando mi cuerpo me impulsa hacia delante, hacia tu boca y tus labios. Cuando cada puta celula de mi piel me pide a gritos que te muerda la rabia esta noche y jamás volvamos a despertarnos. 

Dime qué sentido debo encontrarle ahora a la vida si siempre he tenido un sentido de la orientación nefasto. Que hasta tú sabías moverte mejor por Barcelona que yo, y eso que he ido doce veces más que tu, o quizás doce mil. Dime qué vuelta tengo que darle a la tortilla si ya se ha quemado de tanto querer reavivar la llama que dejaste encendida, con el extractor de humo a toda pastilla por si la casa se iba a la mierda de tanto arder. 

Y mientras tanto yo, quieta, con el corazón quebrado de tantos errores, me quedo mirando el fuego, como explota, como se extingue. Me quedo quieta mientras mirando el fuego me imagino como vienes y me salvas, pero a la vez, me imagino como vienes y salvas a todo el mundo menos a mi. Duele ver la realidad aunque no sea esa la verdadera. Duele en mi cabeza. 

Odio no poder confiar plenamente en lo que tu me dices. Odio no tener ni un resquicio en tu mirada de aquello que creamos en uno de los peores veranos de nuestra vida y a la vez, el principio de nuestra preciosa y emocionante historia, aunque en algunos momentos fuese un infierno de lo mucho que quemava, los días de frío agradecía tu furia y tu calor, la verdad. Siento haber sido llamarada cuando en el desierto no buscabas un encendedor sino agua.

martes, 16 de octubre de 2018

No puedo, no quiero, pero te quiero

Qué duro
Dejar de querer así
Porque sí
Porque tu ya no

Qué duro
Saber que duele
tanto para mi
como para ti
así:
Por separado
pero tan juntas que noto
cómo mi respiración
entorpece tu felicidad
tu tranquilidad

Qué díficil asimilar
que aunque tu cuerpo siga durmiendo conmigo
ya no camino contigo

Qué angustia me da
tener que recoger todo lo vivido
durante tres largos
felices
tristes
y emocionantes años
de tu mano
en tu pecho
y por ti.

Cuánta fortaleza desborda mi mirada
cuando te veo llorando
y vengo corriendo
a decirte
que no pasa nada
que está bien así
separadas,
todo
para evitar que tus lágrimas caigan.

Qué altruista mis sentimientos
que intentan retenerse
que se aguantan las ganas de explotar
por verte un poquito menos mal

Qué raro se me hace
llevar tu anillo
de “volver a empezar”
y conjugar fechas y que justo
cuando me lo diste
fuese el principio de nuestro final

No te imaginas cuánto vertigo me da
imaginarme la vida sin tu latido arritmico
que me daba esa tranquilidad
de la torpeza
de un corazón que no sabe cómo amar
pero lo intenta
y así es como ama de verdad.

Se me empaña el cuerpo
al asimilar
que tus manos
no me van a volver a hacer tocar
aquello tan nuestro
que llamabamos refugio y hogar,
orgasmo,
nuestro momento,
mi manera de amar.

Pero no puedo obligarte,
y por eso,
me obligo a dejarte ir,
me obligo a no llorar,
me obligo a saber estar,
quedar,
permanecer estable.

No puedo obligarte a que me quieras,
lo superaré, algún día,
pero de momento,
y lo hago sin obligarme,
nos quiero por las dos.

De momento, y lo hago por no obligarte,
dejo que te vayas
aun cuando sé
que a ti también te duele
ver cómo me obligo.